14 de septiembre de 2015

"SER MISIONERO: UNA BENDICIÓN DE DIOS"

-Testimonio Redentorista-



Hola… Mi nombre es Christian Gerson Rodríguez Méndez, tengo 19 años, soy natural de un caserío del pueblo de Otuzco, capital de la fe, del departamento de La Libertad. Tengo el privilegio de formar parte del seminario menor de San Alfonso de la Congregación del Santísimo Redentor - C.Ss.R. En mi proceso de formación me encuentro en la etapa del postulantado. Estudio la filosofía en el Seminario Mayor Arquidiocesano San Carlos y San Marcelo de Trujillo. Llevo ya casi dos años en el seminario y durante este tiempo he podido comprobar que, en definitiva, el que te llama sabe lo que quiere hacer contigo, y Jesús me llamó, me regaló el don de la vocación y aquí estoy para hacer su voluntad.

Ser sacerdote religioso, a lo que anhelo, es un estilo de vida como el del matrimonio o el de la soltería, no es una carrera es un servicio, es una entrega total a Cristo en los demás; en los pobres, en los enfermos, en los abandonados, marginados, en todas aquellas personas en las que podemos encontrar el rostro de Jesús.  Es un camino largo por recorrer. Sé que voy contracorriente en esta sociedad tan individualista, materialista donde muchos caen fácilmente en un ateísmo práctico.  Ya me he subido a la barca, he aceptado el llamado que Jesús me ha hecho, ahora me queda poner todo de mi parte y pedir a Dios lo que no puedo para perseverar, para llegar a la meta.

Durante estos casi dos años he podido convencerme, por completo, que para hacer las cosas de Dios es necesario recurrir a Él, pedir su divina gracia, que nos asista con su Santo Espíritu, porque las dificultades, las tentaciones empiezan en el primer momento que decides hacer su voluntad.
La vida en el seminario es como toda vida de los que se encuentran allá fuera, tiene sus momentos buenos, agradables, dichosos como también esos momentos de tristeza, de miedo, de temor, de preocupación. Y de eso soy testigo porque me ha tocado vivirlo durante este tiempo que llevo en el seminario. He tenido momentos de crisis vocacionales, de querer coger mi mochila y salirme corriendo, he tenido momentos de tristeza por dejar a mi familia,  momentos que han costado lágrimas, he sentido miedo, temor por lo que me pueda pasar por anunciar a Jesús, a un Dios que es amor, misericordioso; ser profeta anunciando a Dios y denunciando las injusticias. Pero lo más rescatable de este tiempo en el seminario, lo más importante es que a pesar de todo eso, ha habido momentos de alegría, de dicha que sobrepasan toda tristeza, todo miedo, toda crisis.

En el seminario he podido experimentar lo que es vivir en comunidad, en fraternidad. Convivir con personas que vienen de otros lugares con sus propias costumbres, sus propios hábitos, compartir con ellos tristezas y alegrías. Es lindo ser seminarista pero también es una gran responsabilidad como cristiano católico.

Como seminarista he tenido la oportunidad de participar en las misiones con esa peculiaridad del carisma alfonsiano. Ser misionero es lo máximo. Dejar momentos de compartir con la familia, con los amigos por ir a compartir con gente que no conoces en lugares recónditos que no sabías que existían. Ser ese portador de esperanza, de paz, de alegría a pesar que muchos te echen los perros o tengas que caminar kilómetros bajo un caluroso sol o una fuerte lluvia con truenos, granizo, etc… es en esos momentos cuando dices: “que bien se siente sufrir todo esto por amor a Cristo” y sientes esa paz que embarga todo tu ser y es ahí donde escuchas a Dios que te habla en su creación.

Estoy formándome para ser misionero a tiempo completo y he podido experimentar que si vas a misionar confiando en tus cualidades, capacidades para hablar, en tu elocuencia, los podrás hacer muy bien, la gente puede quedar encantada, maravillada por la forma que hablas de Dios, sin embargo todo eso no es más que pura palabrería o como dicen “puro chamuyo”, sino practicas lo que dices, no lo vives no es más que eso, “puro chamuyo”. Si a veces desprecias lo que te ofrecen porque no te gusta, eres indiferente a los detalles que la gente tiene para contigo ten por seguro que todo lo que has hablado muy bonito, se va al agua. Y otro aspecto es, y muy importante, la oración. Si vas de misión confiado en tus capacidades y no te encomiendas a Dios, no le pides que te asista con su Santo Espíritu, sino rezas todo lo que prediques serán más que palabras vanas, vacías. Hay que rezar cuando se está en misión y mucho y eso lo he podido vivir en carne propia.
Ser misionero es una bendición de Dios, es sumamente maravilloso. Es una verdadera aventura que vale la pena vivir, una aventura por el Redentor.

Que Dios, nuestro Padre, nos permita experimentar la dicha de ser misionero, de experimentar su inmensa misericordia; que Jesucristo, nuestro redentor, nos conceda las gracias para seguir sus huellas como misioneros; y que el Espíritu Santo, nos guíe, nos ilumine, encienda en nuestros corazones el amor hacia los demás y así ser buenos misioneros.

Bendiciones.