Hola… Mi nombre
es Christian Gerson Rodríguez Méndez, tengo 19 años, soy natural de un caserío
del pueblo de Otuzco, capital de la fe, del departamento de La Libertad. Tengo el
privilegio de formar parte del seminario menor de San Alfonso de la
Congregación del Santísimo Redentor - C.Ss.R. En mi proceso de formación me
encuentro en la etapa del postulantado. Estudio la filosofía en el Seminario
Mayor Arquidiocesano San Carlos y San Marcelo de Trujillo. Llevo ya casi dos
años en el seminario y durante este tiempo he podido comprobar que, en
definitiva, el que te llama sabe lo que quiere hacer contigo, y Jesús me llamó,
me regaló el don de la vocación y aquí estoy para hacer su voluntad.
Ser sacerdote
religioso, a lo que anhelo, es un estilo de vida como el del matrimonio o el de
la soltería, no es una carrera es un servicio, es una entrega total a Cristo en
los demás; en los pobres, en los enfermos, en los abandonados, marginados, en
todas aquellas personas en las que podemos encontrar el rostro de Jesús. Es un camino largo por recorrer. Sé que voy
contracorriente en esta sociedad tan individualista, materialista donde muchos
caen fácilmente en un ateísmo práctico.
Ya me he subido a la barca, he aceptado el llamado que Jesús me ha
hecho, ahora me queda poner todo de mi parte y pedir a Dios lo que no puedo
para perseverar, para llegar a la meta.
Durante estos
casi dos años he podido convencerme, por completo, que para hacer las cosas de
Dios es necesario recurrir a Él, pedir su divina gracia, que nos asista con su
Santo Espíritu, porque las dificultades, las tentaciones empiezan en el primer
momento que decides hacer su voluntad.
La vida en el
seminario es como toda vida de los que se encuentran allá fuera, tiene sus
momentos buenos, agradables, dichosos como también esos momentos de tristeza,
de miedo, de temor, de preocupación. Y de eso soy testigo porque me ha tocado
vivirlo durante este tiempo que llevo en el seminario. He tenido momentos de
crisis vocacionales, de querer coger mi mochila y salirme corriendo, he tenido
momentos de tristeza por dejar a mi familia,
momentos que han costado lágrimas, he sentido miedo, temor por lo que me
pueda pasar por anunciar a Jesús, a un Dios que es amor, misericordioso; ser
profeta anunciando a Dios y denunciando las injusticias. Pero lo más rescatable
de este tiempo en el seminario, lo más importante es que a pesar de todo eso,
ha habido momentos de alegría, de dicha que sobrepasan toda tristeza, todo
miedo, toda crisis.
En el seminario
he podido experimentar lo que es vivir en comunidad, en fraternidad. Convivir
con personas que vienen de otros lugares con sus propias costumbres, sus
propios hábitos, compartir con ellos tristezas y alegrías. Es lindo ser
seminarista pero también es una gran responsabilidad como cristiano católico.
Como seminarista
he tenido la oportunidad de participar en las misiones con esa peculiaridad del
carisma alfonsiano. Ser misionero es lo máximo. Dejar momentos de compartir con
la familia, con los amigos por ir a compartir con gente que no conoces en
lugares recónditos que no sabías que existían. Ser ese portador de esperanza,
de paz, de alegría a pesar que muchos te echen los perros o tengas que caminar
kilómetros bajo un caluroso sol o una fuerte lluvia con truenos, granizo, etc…
es en esos momentos cuando dices: “que bien se siente sufrir todo esto por amor
a Cristo” y sientes esa paz que embarga todo tu ser y es ahí donde escuchas a
Dios que te habla en su creación.
Estoy formándome para ser misionero a tiempo completo y he podido
experimentar que si vas a misionar confiando en tus cualidades, capacidades
para hablar, en tu elocuencia, los podrás hacer muy bien, la gente puede quedar
encantada, maravillada por la forma que hablas de Dios, sin embargo todo eso no
es más que pura palabrería o como dicen “puro chamuyo”, sino practicas lo que
dices, no lo vives no es más que eso, “puro chamuyo”. Si a veces desprecias lo
que te ofrecen porque no te gusta, eres indiferente a los detalles que la gente
tiene para contigo ten por seguro que todo lo que has hablado muy bonito, se va
al agua. Y otro aspecto es, y muy importante, la oración. Si vas de misión
confiado en tus capacidades y no te encomiendas a Dios, no le pides que te
asista con su Santo Espíritu, sino rezas todo lo que prediques serán más que
palabras vanas, vacías. Hay que rezar cuando se está en misión y mucho y eso lo
he podido vivir en carne propia.
Ser misionero es
una bendición de Dios, es sumamente maravilloso. Es una verdadera aventura que
vale la pena vivir, una aventura por el Redentor.
Que Dios,
nuestro Padre, nos permita experimentar la dicha de ser misionero, de
experimentar su inmensa misericordia; que Jesucristo, nuestro redentor, nos
conceda las gracias para seguir sus huellas como misioneros; y que el Espíritu
Santo, nos guíe, nos ilumine, encienda en nuestros corazones el amor hacia los
demás y así ser buenos misioneros.
Bendiciones.