5 de abril de 2015

MENSAJE PASCUAL DEL SUPERIOR GENERAL

Roma, Abril de 2015

Queridos Cohermanos, Hermanas, Laicos Asociados y Amigos:

Con la celebración de la misa de la Cena del Señor comenzamos el sagrado Triduo Pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Cada año se nos invita a entrar en este misterio a través de la oración y de la contemplación, de la celebración litúrgica y de la asistencia a los necesitados.

"Como cooperadores, socios y servidores de Jesucristo" (C. 2), del Redentor, "quien, por medio nuestro, continúa cumpliendo la voluntad del Padre al realizar la redención de los hombres" (C. 52). ¡Qué maravillosa y privilegiada vocación la nuestra! Con gozo y esperanza, y también con profunda gratitud, digamos "Sí" a esta llamada.

Al acercarnos a estas fiestas, es importante para nosotros celebrar el profundo significado de la Resurrección. Como el Papa Francisco afirma en la Evangelii Gaudium (nn.275-276), “Si pensamos que las cosas no van a cambiar, recordemos que Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte” ¡Y no sólo es posible el cambio, está prometido y garantizado! "Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección". Como nos recuerdan nuestras constituciones, "…al anunciar la vida nueva y eterna han de ser [los congregados] ante los hombres signos y testigos de la fuerza de la resurrección de Cristo" (C. 51).

Celebrar la Pascua en este Año de la Vida Consagrada nos recuerda que recorremos el mismo camino que Jesús, quien se entregó a la muerte y se elevó victorioso por su Resurrección. Este sendero es "…el camino de la virginidad, de la pobreza, de la obediencia, del servicio y de la inmolación de sí mismo hasta la muerte" (C. 50). ¡Ésta es la llamada a salir de la seguridad de nuestras casas para abrir las puertas cerradas por miedo y adentrarnos en plazas y periferias, en caminos y ciudades proclamando un mensaje de alegría!

"No os repleguéis en vosotros mismos, no dejéis que las pequeñas peleas de casa os asfixien, no quedéis prisioneros de vuestros problemas. Estos se resolverán si vais fuera a ayudar a otros a resolver sus problemas y anunciar la Buena Nueva. Encontraréis la vida dando la vida, la esperanza dando esperanza, el amor amando. Espero de vosotros gestos concretos de acogida a los refugiados, de cercanía a los pobres, de creatividad en la catequesis, en el anuncio del Evangelio, en la iniciación a la vida de oración” (Carta Apostólica del Papa Francisco a todos los Consagrados, Expectativas n. 4)

En la Vigilia Pascual de este año escucharemos del Evangelio de Marcos el relato de la tumba vacía. Este es el primer testimonio escrito de la Resurrección. Escuchemos las palabras del joven que se dirige a las mujeres junto a la tumba. Estas palabras se dirigen también a ti; se dirigen a mí, se nos dirigen a cada uno de nosotros: "No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: “Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo” (Mc 16,6-7).

Vayamos a Galilea – a las calles y a las plazas, a las periferias y a las ciudades – para encontrarnos con el Señor Resucitado. "La alegría del Evangelio llena los corazones y las vidas de todos los que encuentran a Jesús" (EG 1). Citando al Papa Francisco: "Donde hay religiosos, hay alegría".

En este espíritu de encuentro, les deseo la alegría, la vida y la esperanza de la Pascua. Con María, Nuestra Madre del Perpetuo Socorro, con San Alfonso y con todos nuestros Santos, Beatos y Mártires, y mutuamente unos con otros y con los abandonados y los pobres, proclamemos con nuestra palabra y con nuestras vidas: "¡No está muerto. Ha resucitado. Hemos visto al Señor. Está vivo!"

Su hermano en el Redentor.
P.Michael Brehl C.Ss.R.
Superior General