Confieso que me entusiasma
entrar en este tema. El Señor es así de sorprendente y reparte sus
carismas
como quiere, cuando quiere y a quien quiere; a veces rompiendo nuestros
esquemas.
¿De qué estamos hablando?
El lenguaje relativamente
reciente de “misión compartida” nace de una comprensión comunitaria de la
misión y de la correlación necesaria
entre todas las formas de vida y ministerio para afrontar los
retos que
nuestro mundo plantea a la evangelización.
Esta forma de entender la
misión supone un cambio de mentalidad que favorece la colaboración de
todos los
carismas, la corresponsabilidad, la confianza y el servicio humilde, y nos
lleva a evitar
actitudes unilaterales como la autosuficiencia, los recelos, la
imposición o los intereses institucionales.
El adjetivo "compartida" añadido a la
palabra "misión" nos centra en un aspecto sumamente importante
de la
vida actual de la Iglesia :
que la misión es mucho más eficaz y esplendorosa, cuando es realizada
por una
orquesta de carismas; que sólo entonces la misión tiene el rostro, la
configuración que
Jesús soñó para ella.
Creemos que la toma de
conciencia de la relevancia de los laicos en la Iglesia y la decisión de
dar
pasos progresivos en orden a compartir nuestra misión con ellos constituye
una opción irreversible
a nivel intraeclesial y a nivel congregacional. Los
religiosos no podemos quedarnos fuera de este
movimiento renovador del Espíritu
de Jesús al interior de la
Iglesia actual.
Y todo esto teniendo a la base
dos consideraciones iniciales que nos parecen fundamentales:
respetar y
potenciar la identidad laical, ayudándoles a alcanzar la verdadera madurez de
su vocación
eclesial; y compartir con los laicos nuestro ser y nuestra misión.
Nuestro "carisma" no nos
pertenece en exclusiva.
Se hace camino al andar
1. Misión
compartida con los laicos
Tengo la impresión de que todos
nosotros estamos haciendo intentos serios de camino compartido
con los laicos.
En mi Congregación, fieles a este signo de los tiempos y a los mejores impulsos
provenientes de los orígenes de nuestra tradición, los religiosos queremos
compartir nuestro carisma
con los cristianos laicos, a los que consideramos
hermanos y compañeros en la tarea misionera.
2. Corresponsabilidad
y complementariedad pastoral
Eso sí, estoy convencido de que
la misión compartida con los laicos se ha de realizar
desde la complementariedad
de lo específico de cada forma de vida: los laicos, siendo fieles a su
idiosincrasia laical; y nosotros, siendo fieles a nuestra peculiaridad
religiosa.
Desde ahí nuestra relación con
los laicos ha de realizarse sobre la base de una mutua
colaboración, que
respete siempre la identidad del laico y nuestra identidad religiosa y en base
a los
criterios de complementariedad y corresponsabilidad.
3. La
formación de los religiosos y los laicos
Somos conscientes de que, para
desarrollar bien la misión compartida, los laicos necesitan una
formación
verdaderamente cualificada; son ellos mismos los que nos lo demandan.
También los religiosos deben
entrar en este proceso de formación que los capacite para trabajar
en misión
compartida. Para ello deberían imbuirse de la mejor teología que brota del
Concilio Vaticano
II. En este sentido, sería bueno
programar sistemáticamente reuniones entre religiosos y laicos con
el fin de reforzar
los vínculos de fraternidad, fortalecer la confianza mutua, profundizar el
carisma y
proponer pistas de futuro.
Sería un buen principio que los encuentros de formación provincial estén
abiertos a la participación de los laicos.
4. Creación
de equipos de trabajo y de pequeñas comunidades de religiosos y laicos
Cada día tenemos más claro que
es necesario trabajar conjuntamente con los laicos en nuestros
campos de
misión. Necesitamos crear equipos de trabajo en los que los laicos asuman
responsabilidades.
Además algunos laicos quieren
vivir su cristianismo desde las señas de nuestra identidad y piden,
dando un
paso más, su integración como laicos en la vida de nuestras congregaciones.
Aspiran a ser
más que cooperadores en nuestras obras; desean ser miembros de
nuestra familia,
compartiendo con nosotros identidad y misión, pero ofreciendo
a la Congregación
la rica
aportación de su secularidad. Los religiosos tenemos que posibilitar esta
forma de vocación.
Desde ahí las comunidades han
de estar abiertas a pequeños grupos de laicos que se sientan
atraídos por el
carisma y promoverlos.
5. Algunas
experiencias
En los últimos años se han ido
consolidando en nuestra Provincia Redentorista de España dos
figuras que están
enriqueciendo este camino de misión compartida:
-
GRUPOS DE LAICOS
REDENTORISTAS
Son grupos formados por laicos
que participan en la espiritualidad, experiencia de vida evangélica y
trabajo
pastoral. Se sienten atraídos por el carisma redentorista y son invitados por
la comunidad
redentorista a un grupo.
Participan en encuentros de
religiosos y laicos (comunitarios y provinciales) y de carácter formativo
(Encuentro de San Alfonso).
-
MISIONEROS LAICOS
DEL SANTÍSIMO REDENTOR
Es la forma más comprometida de
colaboración activa en la vida apostólica de la Congregación.
El Misionero
Laico es un cristiano consciente de su vocación bautismal que comparte con los
redentoristas un mismo espíritu, sistema de valores y modo de vida marcados por
el estilo Alfonsiano.
Concluido un proceso de
formación y discernimiento, y recibida la aprobación del Consejo
Provincial, se
agregan a la Congregación mediante una celebración litúrgica.
Su compromiso es definitivo y
permanente, con carácter oficial, en la espiritualidad y misión redentorista.
Apenas un camino iniciado
Han pasado ya más de 30 años
desde que empezamos a dar los primeros pasos. El camino está
siendo de una
riqueza extraordinaria. Pero no oculto que no siempre resulta fácil, y que es
mucho lo
que queda por andar.
Cuando miro para atrás descubro
con alegría la incorporación de laicos a organismos
provinciales con capacidad
de decisión, la consolidación de Grupos de laicos asociados a nuestro
carisma,
la elaboración de un material de formación sistemática. Observo también el
recelo y
desconfianza que este tema despierta en muchos de mis hermanos, el
miedo a “perder el control”
sobre los laicos…
Confieso, eso sí, que el
presente me entusiasma y el futuro me desafía. Un futuro en misión
compartida,
convencido de que Dios regala el carisma a unos y a otros; compartiendo
formación
y misión, momentos de oración y de fiesta; caminando desde la
confianza mutua y
compartiendo responsabilidades; viviendo en familia.
¿Es demasiado soñar? Es hora de
ponerse en camino.